Ciudad de México / El País - Cuando el paciente de unos 66
años llegó a la recepción del Hospital Zona 27 de Ciudad de México a mediados
de marzo con falta de aire, sudoración, dolor de cabeza y semiinconsciente, lo
primero que le realizaron en una sala especial de este centro del Instituto
Mexicano del Seguro Social fue un cuestionario.
Él, según relatan
dos médicos implicados, estaba muy débil. Tras responder a unas preguntas
básicas para descartar la covid-19 —que en esos momentos se basaba solo en una:
¿Viajó usted al extranjero?— se catalogó como un paciente con neumonía
adquirida en la comunidad, que suele ser bacteriana. Y pasó al área de
urgencias como un paciente más.
Sin aislamiento, protocolos ni protección para
los que lo atendieron ni para los pacientes con los que convivió en la misma
sala durante un día y medio. El hombre falleció días después en otro centro público
por coronavirus. Y 35 miembros del personal sanitario fueron puestos en
cuarentena, casi todo el servicio de urgencias de aquella noche, siete de ellos
estudiantes.
El hospital en
esos momentos no se encontraba en una fase crítica de atención a la pandemia.
Ni siquiera estaba habilitado todavía para atender a pacientes con la covid-19,
a partir de la semana pasada se modificaron las instalaciones para ello. Pese a
todo, las autoridades responsabilizaron al paciente de haber mentido en el
cuestionario, una práctica con la que lidia el personal sanitario de manera
habitual y para la que debe estar preparado.
Pero el error
médico de esa noche de mediados de marzo revela los retos del sistema público
mexicano para enfrentar una crisis de estas características, especialmente
cuando el país entre en una situación más acuciante prevista en unas semanas.
El Gobierno mexicano defiende una y otra vez que desde enero ha estado dando
seguimiento a la evolución de la pandemia, pero la urgencia en las últimas semanas
por adquirir material médico y los brotes de contagios en distintos hospitales
apuntan que las carencias son mayores. Este diario ha tratado de recoger la
versión de las autoridades del centro a través del Seguro Social, pero no han
dado ninguna explicación oficial sobre lo sucedido con este caso.
Quienes
realizaron el cuestionario al paciente fueron médicos estudiantes en el último
año de Medicina que, aunque son supervisados por un doctor de base, se
encargaban hasta el pasado 7 de abril de la primera línea de batalla. Más casos
como este alertaron a las autoridades universitarias del riesgo que estaban
corriendo sus alumnos y las principales universidades públicas del país
suspendieron su servicio obligatorio.
“No teníamos ni cubrebocas, los pocos que
podíamos conseguir nos los daban compañeros que los habían comprado fuera.
Éramos un riesgo para los pacientes y para nuestras familias”, cuenta a este
diario uno de los médicos internos —en prácticas— que prefiere no dar su nombre
por miedo a represalias.
“El paciente se
empezó a complicar, su oxígeno estaba bajo. Entonces lo metieron al área de
choque y ahí me encontré con él. Le hice varias pruebas, le tomé muestras de
sangre, le hice un electrocardiograma y estuve horas con él hablando. Él
estornudaba, tosía cerca de mí, yo no tenía ninguna protección”, cuenta el
interno.
Tras esperar unas horas, se habilitó una cama de urgencias para él y
fue trasladado a un espacio donde no hay separación entre camillas, cuentan los
dos internos, y donde a su lado izquierdo se encontraba un hombre con una
cardiopatía y a su derecha una mujer de unos 70 años intubada por una neumonía
bacteriana. Ninguno de los dos sabe si a estos pacientes se les realizó una
prueba de la covid-19.
En el área de
urgencias, César Eduardo Barrios, de 23 años, tomó más muestras de sangre y le
realizó una gasometría arterial, también sin protección. “Se pidieron placas de
tórax, ahí se demostró que tenía un daño en el pulmón, pero tanto él como su
esposa explicaron que tenía EPOC, enfermedad pulmonar crónica.
Entre nosotros
había alguna duda, pero como tenía esa enfermedad de base y no había viajado al
extranjero, es difícil distinguir”, explica Barrios, también estudiante interno
de medicina. “Estuve como tres horas con él atendiéndolo. El servicio de
urgencias es un área abierta. Así que, aunque no estuviera directamente con él,
atendía a los que estaban al lado y ahí estuve toda la mañana”, añade Barrios.
Un día y medio
después de ser tratado en este hospital, según el testimonio de los dos médicos
internos, la esposa confesó a otro de ellos que sí habían viajado al
extranjero. Fue entonces cuando el centro disparó todas las alarmas. “En ese
momento, todo el mundo pierde la cabeza. Después nos regañaron a nosotros
porque se nos había escapado”, cuenta el otro interno.
El centro ordenó
a partir de ese día que 35 miembros del personal sanitario se aislaran en casa
durante 14 días. El paciente se sometió a una prueba de coronavirus y se
trasladó al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias. A los internos
les comunicaron que había dado positivo unos días más tarde. También, que el
paciente había fallecido.
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