Primera entrega de cuatro- Por Tránsito Escobar Tenorio* - “No nos une el amor sino el espanto”. Jorge Luis Borges. Buenos Aires; dos
poemas. Naturalmente que no existe un
virus psicológico, pero sí consecuencias psíquicas como producto de cambios
repentinos medio-ambientales que por su agudeza e intensidad pueden devenir
crisis o, críticas (amenazas) para la estabilidad, sentida, por la persona
(hombre o mujer) o la comunidad.
Esta criticidad es intensificada cuando la
aparición del suceso no se espera y la intensidad irrumpe hasta nuestra
privacidad y comportamiento diario. Esto
es claro y todo mundo lo entiende.
Es importante,
para comprender las crisis independientemente de la intensidad, separar y
esclarecer dos conceptos esenciales en Psicología Clínica como son el de
Anormalidad y de Psicopatología. Ahora bien, como todos estamos muy avanzados
en la búsqueda (Google) en la internet no voy a repetir las múltiples
definiciones en línea.
Solamente diré que basado en mi experiencia como
director del Primer Programa de Psiquiatría Comunitaria (1973) después del
terremoto en Managua; que aquella tiene características comunes con la actual
provocada por el Coronavirus y sus consecuentes trastornos llamados COVID19 o
DARS-CoV-2, pero no todas.
A mi entender, la
diferencia esencial -puede haber otras también- es que el miedo, no la
angustia, consiste en que no sé si poseo el virus o estoy susceptible de
obtenerlo y no saberlo, y como consecuencia morir o no morir. Esto último no es
miedo al miedo o una alucinación, o, no ser dueño de mi propio miedo, es la
realidad pura y constatable.
En
consecuencia; de una realidad cierta llego a desarrollar una respuesta
psicológica que puede ser correcta o no. ¿Y cuál es la correcta? ¡Pues
sencillamente tener miedo! ¡Así de simple! Es la respuesta normal a una
anormalidad percibida personal y social.
En esencia, la cuestión, es la –creada- angustia existencial de morir
sin saber por qué, ni para qué, ni por quién, lo cual conlleva a otra pregunta,
¿estoy listo para morir o para seguir viviendo en este caos?
El aceptar el miedo no significa que nuestros
mecanismos psíquicos personales sean los adecuados para el manejo de semejante
carga porque no solamente es la posible muerte (aniquilación) mía o de mis
seres cercanos, pero también de mi condición económica y social que implica
este cambio.
¿Y si mañana las turbas con hambre irrumpen en mi negocio o en mi
casa? ¿Habrá comida? ¿Qué hacer? ¿Llamar a Estados Unidos que me envíen dinero,
si allá están sin trabajo? ¡No hay remesas!
En efecto, no solamente está en juego mi existencia física (muerte) sino
la de mis seres cercanos (duelo/muerte) y la de mi economía y posición social
(aniquilación/muerte). ¡En suma un revés a toda mi existencia a como la conocí
o tenía planificado ser!
Esta observación
estructural del miedo hace la intervención en la crisis más complicada, por
ejemplo, si propongo, como en efecto sugiero, reactivar los mecanismos,
humanos, del programa de Psiquiatría Comunitaria instalados desde 1974 y a
cargo del Ministerio de Salud; el tema es saber, ¿cómo actuar? Bueno, las siguientes pueden ser algunas
recomendaciones: Primero, la más recomendable es la comunicación vía telefónica
(Call Center), es urgente, y uso del WhatsUpp;
Segundo, reuniones de terapia o
más bien ventilación de problemas (issues en inglés) de máximo 10 personas
alejadas en círculos de dos metros una de la otra, auspiciadas por el
Ministerio de Salud y apoyadas por instituciones internacionales; tercero –en
realidad el resultado de estas sesiones (en segundo) no estrictamente
terapéuticas- llevarán a la siguiente situación:
“mire señor(a),
si yo tengo trabajo, se me quita el miedo, porque ni para comer tengo” de ahí
que será necesario en coordinación con el Ministerio del Trabajo o la
Iniciativa Privada crear Bolsas de Trabajo para emprendedores seleccionados y
cuidadosamente –técnicamente- supervisados bajo un sistema de seguimiento de
metas (Referencia: Plan de Negocio ad hoc).
En resumen, se
trata de un fenómeno multidimensional que atañe a la estructura humana y la
solución debe ser múltiple dependiendo de cada componente. Las terapias en
estos casos, cuando se trata de anormalidades inducidas medio-ambientalmente,
pueden ser -no necesariamente científicas- por ejemplo, la Teo-terapia, Aroma-terapia,
Ludo-terapia, masajes etc. pueden ser eficaces. El aspecto más importante es la
intervención multidimensional (gubernamental e institucional) a la crisis.
El
autor es Psicólogo Clínico e Industrial.
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