Roger Ordóñez
fue hospitalizado por problemas respiratorios la semana pasada. Cuando su hijo
Enrique fue a visitarlo a la mañana siguiente, el jubilado de 69 años ya estaba
siendo enterrado por empleados del Ministerio de Salud, vestidos de pies a
cabeza con trajes de protección blancos, en un cementerio en las afueras de
Chinandega, una ciudad de 133.000 habitantes al noroeste de Nicaragua.
El hospital
aconsejó a la familia Ordóñez que se pusiese en cuarentena durante dos semanas,
pero negó que el padre tuviera coronavirus aunque no les mostraron los
resultados de las pruebas.
El régimen de
Daniel Ortega se resistió a imponer medidas para el control del COVID-19, la
enfermedad causada por el virus, durante más de dos meses desde la aparición
del primer caso en Nicaragua. Ahora, los médicos y familiares de las supuestas
víctimas dicen que el régimen sandinista ha pasado de negar la presencia del
virus en el país a tratar de ocultar activamente su propagación.
“Le rogué al
doctor que me dijera qué le pasó”, relató Enrique Ordóñez a The Associated
Press. “Necesitaba saber si estaba infectado. Tengo una niña de 18 meses, mi
madre tiene una variedad de dolencias y necesitamos saber si mi padre murió o
no por COVID”.
El régimen
aseguraba que en el país de 6,5 millones de habitantes sólo había cinco muertos
y 16 contagiados desde que se confirmó el primer caso en marzo. Los negocios y
las oficinas gubernamentales permanecen abiertas y el ejecutivo ha promovido
activamente eventos deportivos y otros actos multitudinarios.
Tras una semana
sin informar sobre el coronavirus, el Ministerio de Salud rompió el silencio el
martes y elevó a ocho la cifra de muertos y a 25 los casos confirmados de la
enfermedad, sin asegurar esta vez que no exista transmisión comunitaria.
En su más
reciente reporte, la ONG Observatorio Ciudadano, formada por médicos y
activistas, aseguró haber identificado 1.033 casos sospechosos de COVID-19 en
el país hasta el sábado.
El médico
nicaragüense Álvaro Ramírez, quien fue jefe de Epidemiología durante la
revolución sandinista y actualmente vive en Irlanda, dijo que la cifra de
contagios es ya muy superior y que los próximos días “serán decisivos” para
Nicaragua. Calcula que en dos semanas podría haber unos 18.000 contagios, de
los cuales 890 serían graves.
Durante la última
semana, policías de civil y partidarios del gobierno han detenido a periodistas
en las inmediaciones de un hospital en la capital, Managua, y en un cementerio
en Chinandega, donde la pandemia se está volviendo difícil de ocultar.
La presencia de
hombres enfundados en trajes blancos a bordo de camionetas con ataúdes
sellados, se ha convertido en lugar común para los residentes. Y parece que
todos conocen a alguien que ha enfermado.
“Hay mucho
nerviosismo aquí”, afirmó Pablo Antonio Alvarado, un estudiante universitario
que dijo que un par de conocidos estaban infectados en la ciudad. “Dicen que
somos el epicentro de la pandemia, como Wuhan en China.”
También el
martes, el doctor Ciro Ugarte, director de emergencias en salud de la
Organización Panamericana de la Salud, expresó en una videoconferencia
preocupación respecto al reporte de casos en Nicaragua. Destacó que informes no
oficiales indican un número “alto” de pacientes que han sido hospitalizados con
sintomatología de infección respiratoria aguda.
“Nicaragua es el
único país o territorio en las Américas donde el tipo de transmisión es
indeterminado, de acuerdo a nuestros reportes”, indicó. “Como ustedes
recuerdan, hace más de un mes, la OPS expresó su preocupación respecto a las
pruebas, respecto al seguimiento de contactos, al reporte de los casos y esas
preocupaciones siguen en pie”.
Ugarte también
dijo que “el llamamiento a eventos masivos sigue manifestándose en el país”. La
OPS, indicó, está esperando que la información oficial en Nicaragua “tenga un
nivel de detalle” que permita a la organización hacer un análisis adecuado de
la situación.
Una doctora de
Chinandega, que pidió hablar desde el anonimato por temor a represalias, señaló
que conocía a cuatro personas que fallecieron. Una de ellas era uno de sus
pacientes y fue enterrado dos horas después de morir, agregó.
“A todos los que
creen que han muerto por neumonía atípica los entierran de inmediato”, expresó.
La mayoría de los
diagnósticos se emiten en base a los síntomas y a radiografías de pulmón de los
pacientes porque las pruebas para el virus están estrictamente controladas por
el Ministerio de Salud y son difíciles de obtener.
Una red informal
de médicos de Chinandega “contó 25 supuestas muertes por COVID-19 hasta el
domingo pasado”, dijo la doctora. "Si logramos sobrevivir a esto, es
porque Dios es grande. No hay otra explicación”.
Enrique Ordóñez,
quien es ejecutivo de ventas, sabía que su padre sufría de dolencias crónicas
como hipertensión y problemas respiratorios, pero observó que la semana pasada
de repente le costaba respirar. Lo llevó al hospital el jueves y esa misma
noche murió.
“El hospital lo
organizó todo, ellos pusieron la caja y el terreno”, dijo recordando que cuando
acudió a preguntar por su padre el viernes en la mañana se enteró de que ya lo
estaban enterrando. “Traté de identificar la tumba lo mejor que pude, porque
antes, al amanecer, habían enterrado a otros y junto a él había siete u ocho
tumbas más".
“Yo me pregunto,
si mi padre no murió por coronavirus, por qué no nos dejaron enterrarlo. Porque
a mi padre no lo enterré yo, lo enterraron ellos. Pero usted sabe, no podemos
levantar mucho la voz. El miedo es generalizado en nuestro país”, agregó.
Según el último
informe del Sistema de Integración Centroamericana (SICA), hasta el lunes,
24.257 personas han enfermado de coronavirus en la región y 818 murieron.
Países como Honduras y El Salvador adoptaron medidas tempranas estrictas ante
la enfermedad, y muchos se preguntan por qué Nicaragua tiene tan pocos casos
sin tomar ninguna acción preventiva.
Una petición de
comentarios a la vicepresidenta, Rosario Murillo, que es también vocera del
gobierno y primera dama, no obtuvo respuesta.
Pero parece que
el gobierno estaría empezando a reconocer lo que se avecina. A finales de
abril, el Ministerio de Salud citó a reunión a todos los directores de
hospitales y a autoridades médicas de alto nivel.
“Les dijeron que
esto se está poniendo serio y que todos deben prepararse”, indicó Róger
Pasquier, presidente de la Asociación Nicaragüense de Anestesiología, en una
entrevista con The Associated Press, que cree que la medida llega tarde.
“Aquí no se han
tomado medidas de aislamiento, no se ha protegido a los trabajadores de la
salud, no hay suficientes camas en ningún hospital de Managua, ni en ningún
hospital regional”, añadió.
“Contrariamente a
lo que se comparte oficialmente, sé a través de mis colegas médicos que tenemos
un gran número de personas enfermas en Managua, Masaya, Matagalpa y Chinandega,
donde hay un brote que podría ser muy peligroso”, dijo Pasquier.
Aunque muchos
médicos temen hablar en público, casi 600 especialistas firmaron una carta a
inicios de mayo reclamando al gobierno equipos de protección para todos los
trabajadores de la salud.
José Antonio Vásquez, presidente de la Unidad Médica
de Nicaragua, una organización que se formó tras las protestas de abril de
2018, dijo que el grupo ha identificado a más de 42 médicos, enfermeras y
técnicos aparentemente contagiados.
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