A lo largo de nuestra historia hemos tenido la desgracia de padecer
los desmanes de varios personajes nefastos. Si nos remontamos al siglo XIX
bastaría citar a quienes trajeron al filibustero William Walker, aunque podemos
remontarnos más atrás y referirnos a quienes sembraron la anarquía sangrienta
en las primeras décadas posteriores a la independencia; y volver luego con el
Siete Pañuelos, para aterrizar en el siglo XX con José Santos Zelaya, Adolfo
Díaz y Emiliano Chamorro, y alcanzar más tarde a Anastasio Somoza García y
Anastasio Somoza Debayle. Pero, sin lugar a dudas, a las generaciones actuales
nos ha tocado padecer al más nefasto de todos, a Daniel Ortega.
Ya tendremos
oportunidad de ofrecer más referencias históricas y datos para abundar en
fundamentos a esta afirmación.
Por si algo
faltaba para culminar su funesta trayectoria, Ortega agrega la
irresponsabilidad criminal con que está afrontando la pandemia del coronavirus.
Todavía está por verse el saldo trágico de este capítulo.
Cuatro hechos
recientes ofrecen un retrato de nuestra realidad y nos confirman la ruta que
debemos seguir para enfrentar los impactos de la pandemia en nuestras vidas,
nuestra salud y nuestras condiciones económicas y sociales. Y también de cara a
los desafíos posteriores a la pandemia.
Comencemos por la
prohibición de realizar una campaña de prevención, que impuso el Ministerio de
Salud a Monseñor Álvarez, obispo de la diócesis de Matagalpa. Una muestra más
de arrogancia, ignorancia e inconsecuencia.
En segundo lugar,
corresponde destacar la declaración del gobierno cubano de que procedentes de
Nicaragua, llegaron a la isla dos personas contagiadas del coronavirus. Esta
declaración pone al desnudo la falsificación de cifras por parte del régimen
pues no es preciso ser epidemiólogo para preguntarse y responderse: si solo a
Cuba llegaron dos infectados, ¿Cómo puede ser posible que, en Nicaragua, para
ese momento los registros oficiales solo reportaran cinco infectados? La
respuesta evidente es la falsificación de cifras.
El tercer hecho lo
vimos el lunes por la noche. Los feligreses católicos saben que una de las
conmemoraciones más multitudinarias de semana santa es la procesión de San
Benito en León, cada Lunes Santo. Miles y miles de devotos, miles y miles
pagando promesas vestidos de luces, todos de blanco, muchos de ellos descalzos.
La procesión salía al atardecer, recorría buena parte del casco central de la
ciudad y retornaba ya entrada la noche.
Tuve oportunidad
de ver un video sobre lo ocurrido este lunes santo. La imagen recorrió varias
calles montada en una camioneta, sin compañía de ningún religioso, pero no
asistieron ni los fanáticos que seguramente fueron convocados por los
representantes locales del régimen.
La gente acató las orientaciones de sus
autoridades religiosas pues saben que, en los momentos presentes, la mejor
forma de devoción es proteger la vida propia y la del prójimo.
Finalmente está
la declaración de la directora de la Organización Panamericana de la Salud que,
en una declaración pública, de manera inesperada confirmó lo que la inmensa
mayoría de los nicaragüenses ya sabíamos: las medidas adoptadas por el régimen
son inadecuadas y los registros no son confiables; tampoco son confiables los
métodos de detección, los exámenes, y las medidas de trazabilidad de los
contactos.
Es lo que afirmaron las autoridades de OPS quienes, además,
reprocharon las convocatorias a reuniones masivas. En fin, el supuesto mejor
sistema de salud pública es descrito por la OPS como un verdadero desastre.
Después de varias
semanas de inexplicable complicidad y complacencia, y de servir de estandarte a
los pregones del régimen, la OPS los descobijó internacionalmente en su
irresponsabilidad criminal. La opinión de esta organización cobra relevancia
mayor porque sus representantes son los únicos que conocen las interioridades
del sistema de salud nicaragüense.
En resumen, este
retrato sumario muestra que el régimen persiste en su irresponsabilidad
criminal, pero la población, mayoritariamente está tomando sus propias medidas,
acompañada de las autoridades religiosas, y organizaciones sociales, gremiales
y cívicas. A la par, el régimen ha quedado de nuevo expuesto a nivel
internacional, en su ignorancia e irresponsabilidad.
Si a alguien le
quedaba alguna duda, no quedan ya márgenes para dudar, ni siquiera para los que
han creído en los cantos de sirena del régimen. Nos corresponde llevarles esta
información por todos los medios a nuestro alcance pues no tenemos de otra:
cualquier contagio, en cualquier persona, es una amenaza para todos. En la
calle, en el barrio, en el bus, en el centro de trabajo, en el hogar debemos
llevarles esta información de la OPS.
Así que, a
protegernos, a proteger nuestras familias, a proteger a nuestros conciudadanos.
Y a prestar oídos sordos a los llamados criminales de quienes aparecen como
voceros del personaje más nefasto de nuestra historia.
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