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viernes, 15 de mayo de 2020

La noticia que tomó por "sorpresa" a La Habana y Caracas.


Cuba y Venezuela vuelven a estar unidas, esta vez en el listado de países que no colaboran para combatir el terrorismo, un informe emitido por el Departamento de Estado de Estados Unidos el miércoles 13 de mayo.

Para quienes están familiarizados con el rejuego político que acostumbran a diseñar regímenes como los que encabezan las dictaduras de estas dos naciones, el nexo entre dos sucesos específicos “denunciados” por estos días desde La Habana y Caracas, pudiera mencionarse como la antesala de este calificativo con el que simulan aparecer “sorprendidos” los mandatarios cubano y venezolano.

En más de una entrevista realizada por DIARIO LAS AMÉRICAS, con analistas conocedores de la crisis general que atraviesa Venezuela, la supuesta operación militar Gadeón, ocurrida el 3 de mayo, no se trata nada más que de un montaje, donde hubo 8 personas fallecidas, y que sirvió al dictador Nicolás Maduro para presentar al mundo presuntas pruebas de un “complot”, supuestamente respaldado por EEUU, con el que intentaban aniquilarlo, tal y como ha sido denunciado públicamente por él y otros integrantes de la cúpula chavista.

Según el régimen, un "grupo de mercenarios y terroristas" entrenados en Colombia con el apoyo de Estados Unidos habrían intentado entrar en la nación caribeña por las costas de La Guaira como parte de una intervención militar contratada por la oposición que lidera el líder del Parlamento y presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, para derrocar al actual inquilino de Miraflores.

EEUU ha dicho que incluye a la nación petrolera Venezuela en su reciente “lista negra” por "seguir proporcionando un entorno permisivo para los terroristas en la región", y menciona el respaldo dado por el chavismo a las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, y a la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, ELN.

Además, se apoyan en el hecho de que Maduro y un grupo de quienes le secundan en el poder que usurpan, están acusados de narcoterrorismo y son buscados por la justicia estadounidense, con precios definidos por su captura, tras probados nexos con el crimen organizado en busca de plagar de drogas al territorio estadounidense.

Desde Cuba, aunque no existe hasta el momento ninguna prueba concreta que respalde su hipótesis, el canciller de la dictadura, Bruno Rodríguez, intenta que se dé tratamiento de “acto terrorista” al asalto contra la embajada de la isla en Washington, la madrugada del 30 de abril último, cometido por un hombre diagnosticado con esquizofrenia. Exigen respuestas a EEUU y le impugnan responsabilidad por alentar ese tipo de ataques.

Para quienes siguen los hilos de la política internacional, ningún suceso acontecido alrededor de un mismo fenómeno es fruto de la casualidad.

Cuba, inmersa en el agravamiento de su endeble economía a consecuencias de la crisis sanitaria del coronavirus, aprovechó las medidas de aislamiento social para arreciar la represión contra periodistas, artistas independientes y activistas, con la implementación de un decreto ley [370] incluido en su Código Penal en 2019, identificado como Ley Azote, por cuya aplicación ha sido denunciada ante organismos internacionales como la oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas.

Asimismo, camuflado en las medidas de confinamiento, el régimen de La Habana la emprendió contra los trabajadores privados y en la medida que efectúa decomisos e impone multas, aniquila el incipiente sector de negocios independientes que había logrado sobrevivir.

En Venezuela, más allá del inminente alzamiento militar que muchos vaticinan y promueven, los atisbos de estallidos sociales en las barriadas más pobres son cada vez más frecuentes, mucho más por el avance de una pandemia que ha profundizado la crisis y el irrespeto a los derechos elementales.

No es de extrañar, sin embargo, que la inclusión de Cuba y Venezuela en la lista de naciones que no cooperan para combatir el terrorismo haya sido recibida en La Habana y Caracas con aparente “sorpresa”. En ambos casos el escenario para levantar cortinas de humo y desviar la atención de la noticia se había estado preparando.

Por teoría de probabilidades, muchas señales apuntan a que Díaz-Canel y Maduro esperaban por anticipado el dictamen emitido por Washington, y les llegó el turno de hacerse los ofendidos.



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