La Habana Cuba / AP - El domingo 27 de enero de 2019
amaneció con un cielo gris que presagiaba mal tiempo. Pasada las dos de la
tarde, después de ver en el noticiero vespertino de la televisión que
anunciaban lluvias durante el resto del día, Juan Carlos le pidió a sus dos
hijos que lo ayudaran a tapiar las ventanas con trozos de cartón tabla para que
no entrara el agua.
Sobre las siete
de la noche el aguacero arreció. Mientras la familia de Juan Carlos comía se
produjo un apagón. Poco antes de las ocho, el hombre observaba a sus nietas que
bailaban reguetón en el portal de la casa con una bocina portátil que
amplificaba la música desde un teléfono celular.
Media hora
después, Juan Carlos subió al segundo piso de la casa, que aún estaba en
construcción, a inspeccionar que los sacos de cemento y varias cajas con losas
estaban bien protegidas de la lluvia. De pronto comenzó a rugir el viento y en
unos pocos minutos el techo de su casa, el garaje improvisado y su viejo Ford
de 1954 salieron volando a causa de un inesperado tornado.
“Fue alucinante. Santos Suárez, la barriada
donde vivo, parecía un set de una película de ciencia ficción. Trozos de
árboles y techos volaban por el aire. Muchos automóviles, como el mío, fueron a
parar a dos o tres cuadras más abajo. El cielo se tiñó de un color rojizo,
parecía una bola fuego.
El zumbido que emitían las ráfagas de viento me
recordaba al de las turbinas de un avión al despegar. La ventolera arrancó de
cuajo una ceiba centenaria y la encajó en el portal de una casa. El sostén de
un semáforo lo partió como si fuera un lápiz”, rememora Juan Carlos.
El poderoso
tornado recorrió más de once kilómetros en menos de 16 minutos, acabó con la
vida de cuatro personas e hirió a 195, destruyó miles de viviendas e
instituciones estatales. Afectó con saña a cinco municipios habaneros.
"A la mañana
siguiente aquello parecía el escenario de un bombardeo aéreo. Mi casa se quedó
sin techo y el Ford se le partió el chasis a la mitad como si fuera una lata de
sardinas.
Comenzaron a llegar los funcionarios del Gobierno, operarios de la
empresa eléctrica y de ETECSA. Al principio la atención fue buena, nos dieron
comida decente y a precios módicos vendieron enlatados, galletas y refrescos.
Hubo mucha
solidaridad entre los cubanos de dentro y de fuera. Por aquí estuvieron músicos
famosos y emigrados cubanos que donaron muchísimas cosas. La limpieza fue
rápida al igual que el restablecimiento de la electricidad.
Díaz-Canel creó una
comisión para acelerar la repartición de materiales de la construcción. Todo
empezó bien, pero con el paso de los meses cayó en el círculo vicioso de la
burocracia.
Todavía hay
muchas personas que no han podido reparar los destrozos. El Gobierno prometió
más de lo que cumplió. Como casi siempre, la gente tuvo que buscar soluciones
por cuenta propia”, cuenta Juan Carlos.
El año 2019
prometía ser un año duro para los cubanos. Desde 2017 la economía local había
comenzado a decrecer. La crisis venezolana afectó la entrega de petróleo al
régimen de La Habana.
La gabela que
giraba el chavismo hacia Cuba no era poca cosa. Cien mil barriles diarios de
petróleo en pago por la ayuda de miles de médicos y asesores civiles y
militares. Además de la participación en condiciones ventajosas en la
importación de alimentos, medicinas y otros rubros.
Entidades de
comercio exterior del castrismo servían como intermediarios en negociaciones
venezolanas. Empresas como FarmaCuba colaban sus producciones en el mercado
venezolano, cobrando sumas exorbitantes. La danza de los millones.
A su vez, el
régimen verde olivo de Cuba reexportaba miles de toneladas de petróleo y
combustible que refinaban en la isla. Pero la caída a la mitad del PIB en
Venezuela, por efecto dominó, contagió a la raquítica economía de la Isla.
Ya 2018 había
sido un año difícil en Cuba. En diciembre de ese año, Alejandro Gil, ministro
de Economía, informaba que la economía cubana había crecido un 1,2%. Siete
meses después, en julio de 2019, el Gobierno rectificaba y anunciaba que en
realidad el crecimiento había sido de un 2,2%, "debido a incrementos no
planificados en los sectores de la construcción, la salud y la
agricultura".
La tardía
rectificación sobre el crecimiento económico en 2018, algo anormal en un
Gobierno que se respete, en vez de una noticia positiva, se convertiría en ave
de mal agüero.
Efectivamente,
2019 ha sido un año peor que el anterior. Se han cumplido los pronósticos de
los especialistas, quienes venían advirtiendo que la economía cubana se
encontraba en recesión.
Entre las causas, la descapitalización de la mayoría de
las empresas estatales, la economía planificada, las ataduras a los sectores
productivos y los frenos a los emprendimientos privados.
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