La pandemia de COVID-19 en
Nicaragua se vive de una forma particular. Sin restricciones, ni casi
información oficial sobre su propagación, en medio de una crisis sociopolítica,
y una recesión económica, es como intentar mantener la distancia en una fila
con los ojos vendados.
Mientras los
países vecinos reportan decenas de muertos y cientos de casos confirmados de
COVID-19, Nicaragua, donde no se han cerrado las fronteras, se mantienen
abiertas las escuelas, y el Gobierno celebra más de 1.000 actividades de
aglomeración cada semana, únicamente reporta 25 pacientes y ocho muertos.
El alto nivel de
contagio debido al coronavirus sorprende al doctor Alejandro Lagos, quien
ejerce desde hace 37 años la medicina en Nicaragua.
Lagos,
especialista en Salud Pública, se ha dispuesto a atender a pacientes de la
tercera edad con problemas respiratorios asociados al COVID-19 bajo una tarifa
módica en Nicaragua, uno de los países más pobres de la región, donde las
atenciones hospitalarias en centros privados son casi inaccesibles para la
población que sobrevive con apenas dos dólares al día.
Para cada visita
este médico utiliza un traje especial que logró comprar con anterioridad,
previendo que estaría en la primera línea asistiendo a personas con problemas
respiratorios o directamente enfermos con la COVID-19.
“Cada persona con
problemas respiratorios yo las atiendo como que fuera COVID-19, por lo tanto,
me protejo de tal forma”, explicó el doctor en entrevista con la Voz de
América. Asegura además que ha redoblado esfuerzos para atender a sus pacientes.
Guantes,
mascarillas médicas, gafas de seguridad, pantallas faciales, batas y delantales
son parte de los equipos que adquirió meses atrás, antes que comenzaran a
escasear ciertos insumos médicos.
Lagos dijo, que
por ejemplo, cada equipo desechable que debe usar para tratar a cada paciente
cuesta unos 25 o 30 dólares.
Los hospitales
públicos en Managua se encuentran a punto de desbordarse por el repunte de
casos de coronavirus, pese a que los últimos datos oficiales proporcionados por
el Ministerio de Salud indican que desde hace dos meses se han contagiado
apenas 25 personas, una cifra poco creíble para expertos y países como El
Salvador, Costa Rica y Estados Unidos.
De hecho, el jefe
de la diplomacia estadounidense para Latinoamérica, Michael Kozak, dijo
recientemente que las cifras de contagios en Nicaragua son mucho mayores a las
reportadas por las autoridades sanitarias.
"Hay
numerosos informes creíbles de que hay un contagio mucho más amplio de COVID-19
en Nicaragua de lo que muestran las cifras oficiales", señaló el
diplomático en su cuenta de Twitter.
Pero este repunte
de casos no es lo único que preocupa al gremio de la salud en Nicaragua, sino
también la falta de insumos para atender a pacientes con coronavirus y el
rápido contagio de médicos que denuncian que existen pocas medidas de
protección para ellos.
Una organización
llamada Observatorio Ciudadano, compuesta por un equipo interdisciplinario de
expertos, ha denunciado que al menos 122 trabajadores de la salud presentan
sintomatología de COVID-19 por la falta de insumos necesarios proporcionados
por el estado.
Desde enfermeros
hasta doctores han sido impactados por la COVID-19 y enviados a sus casas.
“¿Qué sucede
cuando estas personas (del sistema de salud) se enferman? Se aíslan y se reduce
la oportunidad de atención a la ciudadanía”, advierte el doctor José Luis
Borges, quien pertenece a la Unidad Médica Nicaragüense.
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